Amado lector, hoy vengo a hablarte de una reflexión que Dios ha puesto en mi corazón y la quiero compartir contigo. A veces, cuando nos dirigimos a Él, podemos caer en la trampa de querer impresionarlo con nuestro lenguaje o con la magnitud de nuestras palabras. Pero hoy, Dios nos dice que lo que realmente importa para Él es que tengamos fe y que nos acerquemos a Él con sencillez y humildad. En este post, te explicaré lo que significa esto y cómo podemos aplicarlo en nuestra vida.
Orando con sencillez, con un corazón contrito y humillado
En primer lugar:
Debemos tener en cuenta que cuando nos dirigimos a Dios, es importante recordar su amor y su sacrificio por nosotros. Él dio a su Hijo para salvarnos y darnos vida eterna. Por ello, cuando le hablamos, debemos hacerlo con gratitud y humildad, reconociendo su grandeza y nuestro lugar como hijos amados de Dios.
Él no necesita sacrificios de nuestra parte, tan solo pide de nosotros un corazón contrito y humillado.
El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido (Salmos 51:17).
En segundo lugar:
Dios nos pide que no juzguemos las cosas como los hombres las ven. Él mira nuestro corazón y sabe lo que realmente necesitamos. Por eso, cuando le pedimos algo, debemos hacerlo con fe y confianza en que Él nos dará lo que necesitamos, no necesariamente lo que queremos. Esta confianza en Dios nos hace dirigirnos a Él con sencillez y humildad, sabiendo que Él es nuestro Padre amoroso que siempre nos escucha.
En tercer lugar:
Dios nos invita a acercarnos a Él todos los días, no solo cuando necesitamos algo. Él quiere que lo tengamos en cuenta en todos los aspectos de nuestra vida, que anhelemos su compañía y que nos deleitemos con sus consejos en Su santa Palabra. Al igual que un padre se alegra de ver a su hijo acercándose a él simplemente para pasar tiempo juntos, Dios se complace en que lo busquemos por amor y no solo por necesidad.
En cuarto lugar:
Dios nos recuerda que Él no está buscando que lo impresionemos con nuestra elocuencia o con nuestras grandilocuentes palabras. Lo que realmente importa para Él es nuestra fe y nuestra sinceridad al dirigirnos a Él. Debemos hablarle con sencillez y verdad, sin tratar de impresionarlo con nuestro lenguaje.
En quinto y último lugar:
Es importante recordar que cuando nos dirigimos a Dios, debemos hacerlo en oración y meditación. Debemos tomarnos el tiempo para conectarnos con Él, para escuchar su voz y para recibir su amor y su sabiduría. Ora sin prisa. A veces oramos como que alguien nos está esperando, o como si tuviéramos algo puesto en la estufa. Al orar de la forma correcta, nos acercamos a Él con sencillez y humildad, y nos abrimos a recibir todo lo que Él tiene para nosotros.
Debemos desear fervientemente poder tener esa conversación con nuestro Padre, recuerda:
Sean como bebés recién nacidos y busquen con ansias la leche espiritual pura. Así podrán crecer y ser salvos (1 Pedro 2:2).
Conclusión:
En conclusión, querido lector, Dios te dice hoy que lo que realmente importa para Él es tu fe, tu sencillez, tu humildad y tu amor. No importa cuán culto o cuán ignorante creas que es tu lenguaje, lo importante es que te dirijas a Él con amor y gratitud en tu corazón.
Confía en que Él siempre te escucha y que te dará lo que realmente necesitas, no necesariamente lo que quieres. Acércate a Él todos los días, anhela su compañía, desea fervientemente su Palabra y déjate guiar por su amor y su sabiduría. Que estas palabras te animen a dirigirte a Él con sencillez y humildad, sabiendo que eres un hijo amado de Dios. ¡Que Dios te bendiga!