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Esta mañana me levanté con ganas de llorar

Esta mañana me levanté con ganas de llorar.

Cuando abrí los ojos escuché mi alma sollozar

¿Qué es lo que te duele? Pregunté.

¿Quién te ha lastimado? …

Y lágrimas con prisa corrieron,

Lanzándose a morir en mi almohada.

Desafiando a mis ojos cerrados,

Se hicieron tormenta e inundaron mi cuarto;

Y con un grito desesperado,

Nadé hacia la superficie

De este mar de llanto.

Y a lo lejos vi una pequeña barca,

Y a un hombre que en ella dormía plácido,

Y le dije: ¡Despierta!

¿Qué no oyes a mi alma que está llorando?»

Le grité: ¡Mírame!

Que en mis mismas lágrimas me estoy ahogando,

Le rogué: ¡Ayúdame! Si estás dormido, despierta,

Porque estoy solo en la tormenta,

Y mi alma no deja de llorar…

Y el hombre abrió sus ojos

Extendió su mano, me subió a su barca,

Se puso de pie y con voz tierna, serena y sincera,

Le dijo a mí alma: ¡Calma!

Porque no hay tristeza sin razón y Hoy lloras por las heridas, Que quedaron escondidas…

¡Calma! Enmudece, tormenta de dolor,

Las lágrimas sacaron

Los recuerdos que quedaron

Enterrados en tu corazón.

Pero he llegado Yo a traerte la paz,

A regalarte alegría

Para que ya no llores más,

Y que al empezar el día,

Abras tus ojos,

Y en lugar de lágrimas,

Mi luz resplandeciente

Alumbre los rincones de tu mente,

E ilumine las emociones que duermen en tu habitación;

SOY JESÚS, tu ayudador, tu amigo,

Bienvenido a mi barca,

Bienvenido a la vida,

Bienvenido a mi amor…

 

…Y hoy lo sé, Dios Es Bueno,

El Hombre de la barca no se ha ido,

Me guía cada mañana a un despertar tranquilo,

Y rema conmigo en un  mar cristalino,

Y si mi alma, a veces, quiere sentirse un poco triste,

De nuevo él extiende a mí su mano,

Y me dice con su dulce voz:

¡Calma!

 

Marcos 4:37-41

Pero se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.  . Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despertaron y le dijeron:—¡Maestro!, ¿no tienes cuidado que perecemos?

Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: —¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma. Y les dijo

—¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces sintieron un gran temor, y se decían el uno al otro:

—¿Quién es éste, que aun el viento y el mar lo obedecen?

 

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