Los seres humanos somos incapaces de mirar en el interior de los demás, por lo que nos guiamos por las apariencias y terminamos siendo injustos. Sin embargo, Dios sí puede ver nuestro corazón.
No sabemos el silencio ni los secretos de los demás. No podemos adivinar qué esconden tras ese caparazón que con el tiempo han reforzado y presentado a todos los que les rodean. Pero Dios conoce tus más íntimos secretos, a Él no puedes engañarlo…
Él no te juzga y aunque ama al pecador, aborrece el pecado. Ya no luches más, entrégale a Él tus cargas, deja que te ayude. Él no te juzga por tu pasado, te acepta tal y como eres. Haz esta oración:
Bendito Señor, tú me conoces mejor que
nadie. Tú conoces mi lucha.
¿A quién más tengo en este mundo
sino a ti?
Solo Tú eres bueno y perfecto,
solo Tú me entiendes y no me juzgas,
solo Tú miras mi corazón y sabes cuál
es mi mayor deseo. Solo Tú, Señor, solo
Tú.
En tus manos pongo mi mente, mis
pensamientos.
No puedo seguir luchando
con mis fuerzas, lucha por mí,
lucha por mí.
AMÉN
Hermes Alberto Carvajal