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¡El Poder del Perdón!

el poder del perdon

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el poder del perdon¡El Poder del Perdón! El primer acto de perdón que conocemos en la historia no fue realizado por un humano, sino por un Dios que se hizo carne para librarnos del pecado.

“En el principio era el verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (S. Juan 1:1-1:14).

El pecado es el daño que causamos a alguien según las leyes supremas, lo único que Jesús desprecia es que caigamos en equivocaciones que sabemos tendrán consecuencias, pero que aun así cometemos. Cuando engañamos, hurtamos, blasfemamos, matamos, estamos conscientes de que ocasionaremos daño y es allí cuando erramos.

El Hijo de Dios estaba limpio, no se halló en él falta alguna; sin embargo, pago por nuestros errores para darnos ejemplos de justicia y restaurar nuestras vidas, a fin de que vivamos en integridad y armonía absoluta.

Es por eso por lo que hoy te animo a que dejes a un lado las emociones negativas. Es necesario dejar el orgullo, la viveza, la ira, la lujuria, la avaricia, la pereza y la envidia. Estas son cosas que no le agradan a Dios y que solo traen amarguras a nuestras vidas.

Si en estos momentos tienes algunas de estas sensaciones por algo o por alguien, te invito a que abras tu mente y corazón al cambio, sigue los pasos del Señor, pues solo así conocerás el poder del perdón.

¡Arrepentirse Promete Misericordia!

Reconocer el daño causado a otra persona nos libera de ataduras emocionales y nos permite transformar nuestras conductas. Nada ganamos con albergar enojo, dolor, rencor, celos, y rivalidades, pues todo esto se convierte en cargas que limitan nuestra capacidad de amar. Recuerda que, si no amamos, no perdonamos.

Fue por amor que Jesucristo nos redimió y lo mismo espera él de nosotros, que perdonemos a nuestros semejantes para que también nosotros seamos perdonados, “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35).

No podemos dejar que los sentimientos negativos se apoderen de nuestra vida, sino que debemos luchar por encontrar paz interior. Optemos por ser más compasivos y empáticos, pongámonos en el lugar de la persona que perjudicamos o que nos hizo daño, para tratar de entender por qué tomo esa decisión.

Esforcémonos por ser más afectuosos, humildes y amables para que la bondad y paciencia del Altísimo llenen nuestros corazones. Seamos más tolerantes los unos con los otros cuando algo nos aqueje, aprende a pedir y recibir disculpas.

¡No importa cuánto, Perdona!

Como seres humanos todos los días cometemos errores, bien sea un mal pensamiento, un mal gesto, una mala palabra o una mala acción nos llevan a tener que pedir perdón. El señor Jesús demanda que no importa cuánto, si hemos ofendido a nuestro prójimo debemos disculparnos.

“Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra a ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: me arrepiento; perdónale” (S. Lucas 17:3-4). Cuando pedimos perdón es porque sentimos culpas que no nos permiten avanzar en cualquier ámbito de nuestras vidas.

Conclusión

Por lo tanto, enfócate en hacer el bien, no causes tristezas a tu hermano para que no seas tú consumido y excedido en ella. Reafirma tu amor al prójimo y discúlpalo sin importar cuantas veces tengas que hacerlo. Toma la decisión de construir en vez de destruir, recuerda que ya Dios lo hizo por ti y de él proviene el poder del perdón.

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