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¡Suplicando ante lo que no podemos controlar!

Suplicando ante lo que no podemos controlar

Suplicando ante lo que no podemos controlar

¿Dios es Bueno? Estando en una sala de hospital presencié el dolor de una madre que terminaba de perder a su único hijo de manera injusta. Un disparo certero en la frente habría apagado la vida de aquel joven el cual su único error fue mirar a la pareja que pasaba frente a su casa. Un hombre lleno de enojo desenfundó el arma que acabó con los sueños de quien tal vez habría tenido un futuro prometedor.

Ante la desesperada reacción de la mujer por el diagnóstico, en vista que ya nada se podía hacer, solo alcance escuchar cuando exclamó ¡Socórreme, Padre mío! Su expresión retumbó mi mente porque no pude descifrar si su grito pedía vida para quien la había perdido o fuerza para sobrellevar el profundo vacío que dejaba aquel genuino amor “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

¿Por qué suceden estas cosas?

A veces nos preguntamos ¿Por qué suceden estas cosas? ¿Por qué las personas toman actitudes tan alocadas? Y la verdad es que vivimos en un mundo donde el amor se ha enfriado, la vanidad, envidia, el odio y el rencor se han apoderado de la humanidad “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:12).

No puedo entender las razones que tuvo aquel hombre para decidir dar muerte a otro. Sin embargo, lo real es que la maldad existe y hay quienes se dejan atrapar por ella “Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona” (S. Marcos 7:21-23).

No asumas que Dios te está castigando.

El libro de Job no trata de una persona que hizo algo malo y ahora está pagando por ello. En cambio, se trata de una persona que le pregunta a Dios por qué permite que sucedan cosas malas cuando Job no ha hecho nada malo.

La verdad es que no sabemos por qué le pasan cosas malas a la gente buena. No sabemos cuál es el plan de Dios. No podemos conocer sus planes para nosotros ni ver el panorama general. Lo que sí podemos hacer es comprometernos a hacer lo correcto de todos modos.

Podemos confiar en que Dios es justo y amoroso. Él ve cada acción que realizamos y cada decisión que tomamos. Cuando hacemos lo correcto, podemos confiar en que Dios nos recompensará con bondad.

Guarda tu corazón ante lo que no podemos controlar

Nuestro corazón es el hogar donde habitan las emociones, que sean buenas o malas depende de nosotros. Es por eso por lo que tenemos que procurar alimentarnos de la gracia de Dios, pues su bondad es tan grande que nos protege de hacer el mal “Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno, eviten toda clase de mal” (1 Tesalonicenses 5:21-22).

Escuchar a esta madre suplicando ante la injusticia me hizo caer en cuenta que debemos aprender a amar más, solo así podrían evitarse tantos sucesos tan trágicos: “El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien” (Romanos 12:9) con los cuales muchas almas serían condenadas “Si se enojan, no pequen». No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo” (Efesios 4:26-27).

Dios es un Dios de amor y por eso demanda amarnos los unos a los otros por ende dedica tu vida a purificarte, ama sin medidas y jamás tendrás la necesidad de suplicar por atropellos inesperados “Por la desolación del afligido, por los gemidos del menesteroso, me levantaré ahora, dice el SEÑOR; lo pondré en la seguridad que anhela” (Salmos 12:5).

Sin embargo mantén tu fe cuando sientas que todo esta perdido, no olvides que Dios es bueno y a pesar de los procesos él ha prometido cuidarnos, él permite que sucedan las cosas justamente para que le busquemos así que clama a tu Padre cuando la prueba sea dura “Este pobre clamó, y el SEÑOR le oyó, y lo salvó de todas sus angustias” (Salmos 34:6).

Aprendamos a controlar nuestras emociones

Recuerda que es normal sentir angustia, miedo y desesperación, hasta el hijo de Dios suplicó al Padre cuando su espíritu experimentó temor “Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿Por qué ME HAS ABANDONADO?” (S. Mateo 27:46), cuánto más nosotros que somos simples humanos.

Todo suceso tiene un proceso, y todo proceso tiene su recompensa, ahora bien volvamos a recordar a la madre suplicando ante la injusticia de perder a un ser querido, ¿Será que habrá alguna forma de retribuir a esta mujer la vida de su hijo? ¿Acaso vivir con pena y dolor es galardón para este injusto acto?

No puedo entender el propósito exacto que tiene Dios con este tipo de acontecimientos, lo que si puedo saber es que no importa dónde, cuándo ni las circunstancias si vas a rogar al Padre hazlo con fervor y él afirmará tu corazón “Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo” (Salmos 61:2).

Debemos aceptar el proceso, ante lo que no podemos controlar

Para que se cumpla el propósito de Dios en tu vida acepta los procesos con la mejor aptitud posible. Dios es bueno, él prometió amarnos y cuidarnos hasta el fin. Deja que sea él moldeándote en medio de las circunstancias “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (S. Marcos 14:36).

Cuando pones en manos de Dios todos tus pesares, no hay por qué lamentarse cuando llega el mal tiempo, pues él promete elevarnos a lo más alto, si en este momento estas viviendo una situación que crees no poder superar refúgiate en los brazos del Señor y él te hará descansar “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:1-2).

Conclusión

La mujer que miré suplicando ante la injusticia buscó amparo en aquel que da la última esperanza, el ser que no defrauda, el que cura toda herida del alma. Es cierto, su hijo no volvería a la vida, pero la vida de ella sería más llevadera con la ayuda de ese Dios bueno y apacible que consuela y llena de paz a los afligidos.

Así como esta dolida madre, tú también busca de Dios, no esperes estar en una mala situación para decir ¡Dios mío solo en ti confío!

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