Este chico aprecio más las cosas pasajeras que las cosas que en verdad duran, y aprendio de una desgracia que lo que ya tenía era lo que más necesitaba.
Salmos 127:3-5
«Herencia de Dios son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en manos del valiente, así son los hijos tenidos en la juventud. ¡Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos! No será avergonzado»