Tu problema tiene solución, has puesto tu situación en mis manos y de ese asunto me encargaré yo. No te fallé antes, no te fallaré hoy, así que no temas. No peleas solo, no caminas solo, no te enfrentas a las adversidades en abandono o soledad. Sé firme en tu fe, a veces, aunque no me sientas cree a mi promesa y recuerda que te dije que día y noche contigo estaré. No lo hago porque seas perfecto, lo hago porque te amo. Créelo y no corras cuando los conflictos vengan, si te paras firme yo haré que esos enemigos que te atacan caigan delante de ti y que todas las amenazas que vienen a desanimarte se detengan.
Ninguna de ellas podrá derrotarte, ten paciencia, camina con fe y persistencia. Tu vida y tu familia están en el mejor lugar donde hoy pueden estar, en mis manos; protegidos, resguardados. Yo te cuido, te proveo y te sano, sé sabio, sé prudente, cuida con mucho amor tu salud, tu paz, tu bendición.
Dame hija, hijo mío tu corazón y pon tus ojitos en la senda en la que te hago caminar, no te desvíes, no mires hacia los lados, no mires atrás, mira hacia adelante. ¿Me puedes ver? Mis brazos están abiertos y de cierto, de cierto te digo, aunque ya lo sabes, lo enfatizo nuevamente y te lo repito:
Si…te amo…tú me dijiste:
“Señor, si en verdad me amas, demuéstramelo.”
Y aquí estoy nuevamente, hablando a tu espíritu, acariciando tu alma, sanando tus heridas del pasado, sembrando en ti nuevos sueños y alegrías para el mañana, asegurándote un futuro de bien, de paz, de gozo y prosperidad.
Recordándote que hay promesas santas en mi palabra a las que te puedes aferrar cuando todo parece derrumbarse. Hay situaciones que te pueden desanimar, pero mis promesas te darán motivos para luchar, vencer, alegrarte, para llenarte de ánimo, de energía, para no sentirte solo, para saber y creer firmemente que siempre estoy contigo. Cuentas conmigo, en todo, en las buenas y en las malas. Dime que sí me crees. Te amo mucho no lo olvides. Amén.