Muchos pasamos la mayor parte del tiempo quejándonos por nuestras debilidades, errores y hasta por cómo nos vemos ante los demás. La constante búsqueda de la perfección o la necesidad de ser aceptados por otras personas, terminan haciendo que no estemos a gusto con lo que vemos o lo que somos. ¡Basta de sentirte menos que los demás! ¡Acéptate porque eres especial!
El Hijo de Dios cuando iba llevando el mensaje, no apartó de él a nadie, aceptaba a cada quién por lo que era y veía en ellos lo que podían ser. Una muestra de ello fueron sus 12 discípulos, los cuales a la vista de otros eran hombres sencillos, falta de conocimientos necesarios para seguir a un rabino tan elocuente y sabio.
Sin embargo, hoy en día nuestra fe está basada en la vida y obras de Jesús. La historia de salvación ha sido contada por sus fieles apóstoles, a quienes les fue concedido sabiduría privilegiada.
Ser diferente o no saber hacer lo que otros hacen no está mal, cada persona posee sus propias habilidades y destrezas. Eso es lo hermoso de la diversidad, que cada uno tiene su propia identidad en Cristo.
Encuentra tu cualidad y destácate
El fenómeno espejo afecta mucho a las personas dentro de nuestra sociedad. Ello consiste en querer ser o tener lo que otra persona está logrando, el decir “Yo quiero ser cómo él”. “Yo también voy a lograr tener lo que ella”… es un gran error, por eso notamos que en un lugar puede haber 10 puestos de comida rápida, pero solo 2 o 1 se logra mantener con el paso del tiempo.
El secreto, en la vida secular, está en no hacer lo que otros ya hicieron, sino hacer lo que deseamos, amamos y sabemos hacer. Ser auténticos es la clave del éxito, no veas a tu alrededor para imitar. Mejor observa a tu alrededor para innovar y ser tú mismo. De nada de vale esforzarte hoy por tener algo que no te va a satisfacer en un mañana.
En cuanto a la vida en Cristo, no hay nada mejor que imitar su ejemplo. Esa es una de las mejores imitaciones que pudieras hacer en tu vida: sé igual que Jesús.
Aprende de tus errores
No somos perfectos, eso lo sabemos. Sin embargo, debemos ser conscientes de que los demás no tienen que llevar la carga de nuestras imperfecciones.
Es decir, he escuchado personas que dicen: «yo soy así, acéptame como soy». No mi hermanita, no mi hermanito. Si amamos a Cristo debemos amar de verdad a los que nos rodean y por amor a Él debemos ser considerados. Tratemos de cada día perfeccionar nuestro carácter, pedirle a Dios que nos moldee conforme a su voluntad y no pongamos a la otra persona a cargar con el peso de nuestros defectos.
La belleza real viene de adentro
En tu camino por la vida vas a encontrarte personas que te deslumbrarán con su belleza, pero te decepcionarán por su forma de comportarse o ser con los demás. Hoy día, la belleza se ha reconocido como un estado que va más allá de lo físico, pues una persona no es solo un rostro bonito, es también un ser que debe saber vivir y convivir en sociedad.
Muchas personas pasan toda su vida cambiando su cuerpo en busca de la perfección. Cada músculo, cada célula, cada fibra de nuestra piel está diseñada especialmente para que seamos únicos e irrepetibles, por eso de nada vale querer ser cómo los demás.
Todo lo contrario, como personas únicas debemos mejorar y renovar nuestro interior cada día hasta alcanzar la plenitud en Cristo.
Conquista al mundo con tus encantos
El sentirse bien internamente no tiene precio y todos lo notan por la felicidad y tranquilidad que se transmite. Hay personas que nos conquistan con su amabilidad, carisma y excelente trato, lo que las hace ser personas muy queridas por los demás, su belleza interior sobrepasa su exterior y lo reflejan con sus acciones.
De lo contrario, estaríamos pecando. Por eso, te dejamos, a continuación, una oración que te servirá para pedir a Dios que te ayude a encontrar tus dones.
Padre, dame una señal
Hoy me doy cuenta de que te he fallado, Señor,
porque he dudado de mis propias capacidades.
Te pido que me des una señal. Padre, por favor,
dame una señal de que puedo encontrar aquello
que me haga sentir especial.
Quiero que mis manos trabajen en armonía con mi corazón,
para cuando llegue la noche no tenga yo decepción.
Quiero descubrir mi talento, encontrar mi don natural
para que con tu amor a otros pueda yo agradar.
Aunque las horas pasen, y el cansancio se note llegar,
deseo con mi trabajo a ti, mi Dios, honrar.
No me sueltes, no te alejes. Sopla en mí tu aliento fresco
cada vez que fracaso y vuelvo y lo intento.
¡Ayúdame a descubrir mi talento!
Mi Dios bueno, con tranquilidad hoy espero tu señal.