Antes de que este año termine recibirás mi abundante bendición. Eres mi hija, mi hijo, te sigo amando, no he cambiado de opinión. Tienes que creerme ahora y aferrarte a tu convicción. Este ha sido un tiempo de demasiadas luchas, de tantas contrariedades, de sufrir, de luchar por las personas y las cosas que amas. Te has sentido a veces que desfalleces, te has sentido derrotado, pero yo te miro de una manera diferente. Para mí, has crecido tanto, te has fortalecido, estás listo para subir a un nivel más alto que para ti yo tengo preparado. Es tiempo de que tu fruto sea multiplicado, es la hora de que recibas aún más bendición, ha llegado el día en que se avive el fuego de ese llamado que he puesto en tu corazón.
Te he escogido para que triunfes, te estoy llamando para que venzas, te he puesto en esta tierra para que logres cosas grandes y maravillosas. No te menosprecies a ti mismo, nunca lo hagas, porque si lo haces, estás poniendo en duda todo lo que he hecho por ti. Si me vas a creer, créeme en todo, si me has abierto la puerta de tu corazón, déjame entrar a mi palabra, mi poder y mi bendición, no dejes nada por fuera, no te sientas inferior, no pienses que no eres digno. Yo anhelo bendecir a personas sencillas que se humillan ante mí, me obedecen y me aman.
¿En que tienes que obedecerme? En darme un lugar especial en tu corazón, entregarme el control de tu vida, guardar mis promesas con amor, con fe en tu mente y en tu alma. Yo me encargaré de lo demás, yo te daré fuerzas, te llenaré de mi Espíritu, de mi unción y santidad, solo quiero que en verdad me entregues tu vida y me creas sin dar marcha atrás, sin desmayar. Aunque las cosas no estén saliendo como lo quieras, todo sucederá como lo quiero y lo mando yo. Tómate de mi mano, saldremos juntos de esta situación. Y como siempre, te lo digo con cariño para que no te quede duda: Te amo…
Amén.