Dios te dice hoy:
Desde el vientre de tu madre, te miré. El día que viste la luz, te elegí.
Escuché tu llanto, me gocé en tu risa. Vi tus primeros pasos, tus primeras caídas. Cuando en las noches en tus sueños me llamabas, y en aquel rincón tus temores me contabas.
Yo soy Jesús, soy el mismo. El que hizo un pacto contigo cuando aún eras un niño.
Yo Soy el que Soy, y el pacto aún sigue vivo. Fuiste, eres y para siempre serás mío…
Yo estaba ahí, esa primera vez que tus lágrimas mojaron tus mejillas. Cuando persiguiendo un sueño caíste, lacerando tus rodillas. Cuando azotaron tu alma con la crueldad de las palabras y con el hierro del desprecio marcaron tu primera herida.
Tuve la dicha de verte crecer, de admirar la fuerza que mostraste ante el dolor; que enfrentando al mundo: nada te pudo vencer, ni aun la falta de cariño, ni aun la falta de amor o el que nadie entendiese el lenguaje de tu corazón.
Quiero que sepas que siempre estuve ahí levantando tus brazos, buscando hacerte feliz. Guardando siempre tus pasos, alumbrando tu camino, enviándote a mil pajarillos para que te hiciesen reír.
Este día, estoy muy orgulloso de ti. Mírate, como has crecido, el mundo no te doblegó. El sufrimiento te ha fortalecido. Y si aún la lucha es dura y, con furia, enardecidos se levantasen contra ti los implacables enemigos, ya no eres el niño que llora: eres un vencedor valiente, tu fe es pura y valiosa, ya no tendrás temor, tu corazón he sanado.
Porque pase lo que pase, sea cual sea la lucha, aún estoy aquí y en mi mano te llevo. Fuiste, eres y serás por toda la eternidad, mi hijo amado.
Hijo mío yo te amo
Amén
Escrito para ti en oración, amor, y reverencia a Dios por Hermes Alberto Carvajal
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