Panchito es un niño huérfano de padre y madre. Ambos murieron en un accidente automovilístico y Panchito, quien también iba con ellos; justo 3 días antes de cumplir 5 años, quedó herido pero se recuperó rápido.
Su tía Adriana nos platica que lo más horrible que ha tenido que enfrentar en su vida, no fue ni su propio divorcio, ni sus problemas financieros, sino decirle al niño la verdad: que sus padres ya no iban a regresar. Había esperado a decirle hasta hoy, que el niño estaba rodeado de un ambiente más familiar para él, y no en un frío cuarto de hospital.
– Tus papás se fueron a vivir con Diosito, porque se golpearon mucho en el accidente, y ya no podían estar aquí…
Eso fue lo que Adriana alcanzó a decirle. Nadie más se atrevió a hacerlo, y ella era la pariente más cercana en todos los sentidos. Casi su segunda madre. El llanto le ganó, pero pareciera como si Panchito comprendiera.
– ¿Se murieron o qué? – preguntó Panchito.
La pregunta sacudió a todos los que estaban escuchando afuera de la habitación. Y el niño en su inocencia empezó a relatar todo lo que vivió y vio el día del accidente. Adriana no estaba segura si el niño recordaba o no, por los golpes y las medicinas.
– Yo “creiba” que mi mamita se murió porque le vi sangre en la cara y se la llevó la Cruz Roja- dijo Panchito.
A su papá no lo mencionó en ese momento. Después preguntó por él, como si no se acordara lo que horas antes habían platicado. Esa tarde fue muy triste, la primera que pasaba el niño en casa de Adriana después de salir del hospital. Unos parientes del papá de Panchito llegaron a verlo, venían desde otro país, y le trajeron regalos, juguetes y un muñeco de peluche. Al llegar la noche pareciera que el niño se hubiera olvidado totalmente de la noticia de la que se acababa de enterar.
– Cuando llegue mi papá le voy a enseñar el osito. ¿A qué horas va a llegar mi papá?
– …Anda déjame llevarte a la cama, dijo el doctor que no anduvieras brincando porque te puedes lastimar.
Uno de los jóvenes se ofreció a cargarlo, y con la ayuda de Adriana lo pusieron en su cama. Adriana le dió un beso y lo abrazó.
– ¿No vamos a hablar con Diosito, tía Adri?
– Si, sí, claro ..- Adriana no era una mujer muy religiosa. Se acababa de divorciar, y por los tantos problemas que tenía, según ella, “estaba enojada con Dios”. Pero ¿cómo le podía negar esto al niño?
– Empieza tu tía…
– Sí , bebé, sí… Jesucristo, te venimos a rogar que..
– ¡Así noooo!
– ¡Ay Panchito!, pues empieza tú, yo creo que me vas a tener que enseñar.
– Tienes que decir el Salmo primero tiaaaa…
– Vamos a decirlo juntos, ¿cómo empieza? No me acuerdo…
– Es el Salmo del Señor es mi pastor, tía…
– ¡Ah sí!, el de las vaquitas que comen pasto verde…
– No tiaaaa, son ovejitas…
– ¡Ah!, pues… sí, ¡qué burra soy! Jesucristo no era pastor de vacas…
– No era Jesús, tía, era el rey Daviiiiiid….
– ¿Oh qué tú?, ya hasta teólogo me saliste…anda, empieza, que no me acuerdo…en los pastos verdes…
– No tiaaaaa, así mira…El Señor es mi pastor …
Solo recitaron 2 o 3 versículos, ella no se acordaba de ninguno y Panchito apenas sabía las palabras en el orden correcto; después de eso, el niño pidió a Dios por su Tía Adriana, por su perro, el “doggy”, por su papá y su mamá,… Y Adriana una vez más ya no podía contener el llanto.
– Ya Panchito, ¡ya duérmete…!
Al disponerse a salir, Panchito gritó y le preguntó:
– Tía, otra vez se te olvidó algo…
– Pues que se me olvidó, es que ya no me acuerdo..
– Pues mi mamá dice que tenemos que decirle a Diosito todos los días que lo queremos mucho…
– Ah sí, claro, se lo decimos…te queremos mucho Señor….bueno…¡Panchito a dormir…!
Nuevamente al tratar de salir, Panchito alza su voz y le dice:
– ¡Tía! Así no eraaaaa….
– Bueno, pues Panchito, cómo hay que hacerlo…no sé…
– Pues como dice mi mamááá…..hay que gritarle (y abriendo sus brazos) con todas tus fuerzas y decirle…. ¡TE QUIERO MUCHO JESÚS!
Dice Adriana que nunca en su vida había sentido tan real a Dios como esa noche. Paso horas en su habitación, meditando en su propia vida, y cómo el olvidarse de Dios fue en parte lo que hizo que su matrimonio se derrumbara. Cuando sacas a Dios de tu vida pierdes la perspectiva de las cosas más importantes. El dinero, el trabajo, la casa o el auto, no lo son. Lo más importante es la familia, y en primer lugar obviamente, Dios.
Instruye a tus niños, háblales de Jesús, muéstrales versículos de la palabra de Dios, y de nuevo: casa, auto, dinero, no son la mejor herencia que puedes dejar, la mejor herencia es el verdadero conocimiento de Dios.
Recopilado y editado por Hermes Alberto Carvajal