Hijita, hijito, recuerda que nadie tiene derecho a humillarte, atacarte o recordarte tu pasado.
Has creído en mí, me diste tu vida, tus pecados ya he perdonado. Me olvidé de ellos, los arrojé al fondo del mar ¿Quién te quiere avergonzar?
¿Quién quiere verte fracasado y derribado?
El enemigo de tu alma, aquellos que no te aman, los envidiosos y los ladrones que quieren robarte tu felicidad, ellos son los que quieren acabar contigo.
Lo que quedó en el pasado, ha quedado atrás, no pongas atención ni les prestes tu oído a las calumnias de los que te quieren humillar.
Llena tus pensamientos de salmos y de proverbios, vuelve a mi palabra viva, ésta refrescará y renovará tu alma, para que no pases tus días desanimado, para que ya no le des vuelta en tu mente a aquellas cosas que te mantuvieron encadenado.
Para ser libre, ven ante mi presencia y arrodíllate, yo romperé las ataduras que te están limitando, arrancaré de tu mente los pensamientos que te están atormentando, dedícame un tiempo cada día y mira cómo mi poder obra milagros en ti.
Tus enemigos no quieren que prosperes, no quieren que vivas, cuando miran cómo te bendigo, se llenan de envidia, se dejan envolver por la ira y buscan tu destrucción, pero, pon atención a mis palabras, aférrate a tu fe y a mi amor.
Ya es el tiempo que se cumpla tu destino, el propósito por el que tanto has luchado y sufrido, tu bendición ya viene en camino.
Espera con paciencia y sin desesperarte, no te atemorices por las cosas que suceden a tu alrededor, yo no miento, he decidido bendecirte y de esta decisión no me arrepiento.
Alístate, prepárate, no te sueltes de mi mano que te sostiene y con seguridad vas a triunfar. Recuerda siempre que te amo. Amén.