Jamás, jamás permitas en tu corazón esos pensamientos que dudan y menosprecian mi amor.
Tantas cosas que he hecho por ti, que tan solo el pensar en ellas te debe de infundir más fuerzas para seguir, para pelear, para persistir hacia tu meta y no desmayar.
Si permites en tu mente palabras de derrota, le estás abriendo al enemigo una puerta para acusarte y causarte aflicción, si confías más en los consejos de los que te aborrecen, ellos terminarán robándote tu paz, tu vida, tu felicidad.
Quiero que me digas con tu boca, que lo pienses en tu mente, que lo escribas con tus dedos, que crees y creerás en mí a pesar de las tormentas, hoy y para siempre y que nunca más volverás a dudar del amor eterno que está en mí. Es tuyo, tú lo sabes, nunca te lo negaré, ya lo sabes y si te sientes alejado, si te sientes abandonado, es porque estás dejando que los azotes de la vida apaguen el fuego que llevas en tu corazón.
Abrázate de mí para que el viento no te mueva, recuerda que en la prosperidad y en la necesidad sigo siendo tu pastor. Haré abundar el pan en tu mesa en presencia de los que te menosprecian, haré rebosar a tu familia y a ti con felicidad.
Mi bendición, mi misericordia a donde quiera que vayas te seguirán. Y cuando el enemigo venga de nuevo con sus mentiras a tratar de engañarte, dile; mi vida pertenece a Dios, mi alma está en sus manos, yo le soy leal a mi Señor.
Dime que lo harás, dime que me amas, escríbelo: Leal a mi Dios por siempre. Créelo firmemente porque así fue, así es y así será.
Amén.