Mi presencia está contigo, mi poder te acompaña, en donde quiera que estés, a donde quiera que vayas. En el cielo, en el mar, en la tierra, en todo lugar. Si cierras tus ojos, si deseas oírme sentirás mi presencia: Yo siempre he estado aquí.
Y si no escondes tu rostro de los golpes del viento: el aire que te hiere se convertirá en tu aliento, porque mi poder es transformador y puedo cambiar cualquier problema para tu bendición.
Por eso, cuando más dolido y golpeado estás, no mires hacia abajo: debes tu rostro levantar y enfrentar lo que venga, usar tu fe como espada, romper las ataduras que con tu ánimo acaban y levantarte, alzar tus brazos y gritar a los cuatro vientos que jamás serás derrotado.
Porque después de todo, ¿quién eres tú? Eres hijo, hija del eterno, en tu corazón vive la gloria del Dios omnipotente.
Así que, a estar de pie eres llamado, a luchar sin desmayar, a derrotar ejércitos, a derrotar toda adversidad. No para que recibas aplausos, ni para que saltes a la fama, ni mucho menos para recibir riquezas vanas.
Te estoy llamando a enfrentar el mundo en el poder que yo te doy, a convertirte en el héroe humilde de corazón pero lleno de fortaleza que necesita tu nación.
A establecer mi reino en la tierra, a traer bendición y vida para todos aquellos que amas y para miles más que aún no conoces, pero que un día verás allá en la eternidad, cuando todos ellos te agradezcan por no darte por vencido y porque nunca te creíste derrotado y porque gracias a una persona como tú, ellos conocieron a Dios y recibieron vida eterna.
Por eso, a ti te digo, levántate ahora, yo te voy a bendecir, te multiplicaré y te llevaré por el mundo entero a realizar mi obra si aceptas mi llamado.
Dime que lo harás…
Amén