Tal como un buen padre, Dios te toma de la mano para llevarte por la vida según Su propósito en Cristo Jesús.
La mano de Dios es la mano del Padre que ama a su hijo, y con su amor lo protege y lo lleva por las sendas correctas.
El saber que Dios nos ama, y creer en ello, no solo por creer sino porque a través de los años, por nuestra experiencia viva con Él, nos ha convencido de que, realmente, es quien dice ser.
«Yo soy tuyo, tú eres mío.
Estoy en tus manos. Hemos
pasado muchas cosas juntos
y la vida ha sido dura,
pero tú has sido siempre
mi mejor amigo.
Nadie me entiende ni jamás
nadie me entenderá como lo
haces tú. Yo te amo,
Tú me amas. Se llena mi
pecho de felicidad.
Gracias Dios mío, gracias».
AMÉN
Hermes Alberto Carvajal