Yo no pierdo mis esperanzas en Jesús

Sí, exclamamos con dolor la venida del Señor, pero lo hacemos llorando y gimiendo, pero siempre con esperanza.

Romanos 8:24-26

“24. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?

  1. Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
  2. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.

1 Tesalonicenses 4:13

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”

¿Te duele como si tu esperanza se hubiera perdido? Cuando todo se derrumba a tu alrededor y el dolor puede más que tú mismo, ¿sobre qué (o sobre quién, mejor dicho) estás parado? Si ves debajo de tus pies cualquier otra cosa que no sea Jesucristo, no podrás avanzar y dejar el caos de esta vida atrás. Las aflicciones momentáneas arrastrarán tu alma a las profundidades de la desesperación y cuando estamos desesperados dudamos y así, nos alejamos de Dios.

Con alegría

Debemos poner nuestro gozo, nuestra alegría, nuestra fe y nuestra esperanza en la vida, la muerte y la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo. Solo entonces resistiremos las peores pruebas y las tormentas más fuertes que podamos experimentar en nuestras vidas.

1 Pedro 1:3-7

“3. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4. para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5. que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 6. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7. para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

Todos los que apoyamos nuestra fe en Jesucristo podemos estar alegres y regocijarnos, aunque tengamos dolor y nos sentimos afligidos por las diversas pruebas que tenemos que superar en el camino.

Pedro nos da permiso para llorar las pruebas que enfrentamos, pero también nos recuerda que nuestro tiempo en la tierra es muy breve. Cada penuria, tribulación u obstáculo que enfrentamos pasa en un abrir y cerrar de ojos en comparación con la eternidad.

Existe una vida libre de dolor, enfermedad, pecado y sin problemas. Quizás la eternidad nos parece inentendible, extraña, imposible. Pero el gozo y la alegría en la presencia de Dios y esa vida libre de todo lo malo, será nuestra realidad en la eternidad.

Quienes renacen en Jesucristo, reciben la salvación. Quienes renacen en el Salvador reciben una herencia incorruptible que incluye no solo el cielo, sino más importante aún, el mismo Jesús. Además, sabemos que todo lo que enfrentamos y padecemos está siendo utilizado para nuestra santificación. Todo el dolor que hemos atravesado no es en vano. Finalmente, el regocijo es nuestro porque también nosotros seremos resucitados.

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