Si bien es cierto que “nadie debe tener mayor concepto de sí mismo que el que debe tener”, no podrás amar a tu prójimo si no te amas y valoras a ti mismo. No podrás dar de lo que no tienes. Pero, ¿Cómo saber si te amas a ti mismo?
Aquí te traigo algunos signos que muestran si realmente te valoras.
No tienes miedo de expresar lo que quieres y lo que no.
Haciendo esto evitas ser hipócrita mostrando así amor por el prójimo, siendo sincero contigo mismo y con los demás. Ser íntegro es una valiosa cualidad que nos evita dolores y problemas en nuestro diario vivir.
Crees en ti mismo, pero conoces tus límites.
Conocer tus fortalezas y debilidades puede ayudarte a entender lo que puedes hacer y lo que no.
Si bien es cierto que nuestras fuerzas, dones y talentos vienen de Dios, no es menos cierto que, conociendo estas cualidades que Él ha puesto en nosotros nos ayuda a la vez a ser más efectivos, haciendo que nuestro aporte contribuya a la causa en lugar de entorpecerla.
Saber que con Su ayuda podemos lograr nuestras metas nos da un impulso extra a intentar cosas nuevas, a no limitarnos por los miedos e inseguridades.
Te preocupas por ti mismo.
Eres más consciente de tus necesidades físicas y emocionales y buscas suplir para ellas, claro, de la forma correcta.
Cuidas tu alimentación, vas a tu cita con tu médico, evitas las practicas dañinas para tu cuerpo como fumar, beber, develarte sin necesidad; eres más cuidadoso ahora con el templo que Dios nos dió, que es nuestro cuerpo, templo no para adorarlo, sino más bien para cuidarlo en su justa medida y razón.
Disfrutas la vida.
Amas a los demás; no permites que el enojo invada tu vida por cualquier “quítame esta paja”; te vuelves conciliador y pacificador. Buscas agradar a los demás, agradar a Dios.
Valoras las bendiciones que recibes cada día de forma inmerecida y agradeces por lo que tienes y lo que no, sabiendo que todo lo que Dios da es Bueno (aunque a nuestros ojos en el momento parezca lo contrario).
Eres agradecido.
Simplemente agradeces la situación en que te encuentras actualmente; aunque no sea en la que desearías estar, confías en que, en su debido tiempo, las cosas mejorarán, y nada escapa al plan divino de Dios.