Miré tu rostro cabizbajo

Miré tu rostro cabizbajo

y me di cuenta de que necesitas fuerza en tu camino.

Después de todo, soy tu padre y no vivo en un lugar lejano donde jamás puedas acudir a mi cariño.

Estoy aquí a un lado tuyo,

donde siempre he estado.

Aunque a veces se te olvide un poquito.

Dame tu mano ahora, ¡Levántate!

Quiero que caminemos un rato por las veredas de tus pensamientos y dime,

¿A qué le tienes miedo?

¿Por qué ya no quieres vivir?

¿Por qué quieres tirar a la basura tu destino?

Es verdad, el mundo es cruel.

Cuando eras niño, tus ojos se abrían curiosos esperando lo mejor de la vida.

Tu sonrisa pura la ofrecías en amistad a quien se decía amigo.

Pero luego las mentiras y traiciones aniquilaron tu esperanza;

apagaron tu risa y tu deseo de vivir se hizo pedazos. Se oscureció tu amor,

dejaste de confiar y dejaste de creer en mí.

 

Pero… ahora créeme esto:

Te comprendo y te conozco tan bien como conozco el cielo

y cómo a cada estrella llamo por su nombre, así conozco cada carga en tu vida, cada herida.

Aún tu más pequeñito dolor lo entiendo bien. Hablamos el mismo lenguaje y sé muy bien lo que te dará consuelo.

Dame tu mano y mientras caminamos, quiero hablarte de un lugar donde eres muy amado.

Donde vistes ropas reales,

donde tu nombre es conocido,

apreciado y admirado.

Desde donde una mirada se posa sobre ti a cada minuto de tu vida: sea de noche, sea de día.

En ese lugar cual pajarito hambriento,

tu alma es fortalecida, alimentada.

Allí eres quien verdaderamente eres, hijo del omnipotente, imagen y semejanza del Creador del Universo.

Qué no se te olvide si vuelves a tropezar,

que en el espacio más preciado del universo entero tienes tu propio lugar,

solo para ti, de aquí, nada ni nadie jamás te va a sacar.

 

Ese lugar es… sí, aquí, mira en lo más profundo de mi corazón.

El lugar donde eres protegido,

donde con todo tu derecho de hijo puedes venir a platicar conmigo todos los días.

Aunque te sientas indigno,

no te dejes engañar por las mentiras,

con mi sangre rescaté tu vida y una vez más te lo repito: De aquí nadie te podrá sacar.

Aunque se sacuda el universo entero:

nada te podrá arrancar, nadie te podrá apartar.

En mi corazón tú serás siempre el mismo,

mi pequeñito,

mi amado hijo.

AMÉN

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