¿Cuál es realmente el propósito de nuestras vidas? El propósito de nuestras vidas está guardado en Jesucristo.
Entender que el fin de todo cuanto existe es glorificar y adorar a Dios te ayudará a perseverar en la visión correcta.
Tener un buen trabajo, una familia, habilidades y destrezas… Todos estos, son hermosos regalos de Dios, pero no tendrían el propósito correcto si nuestra visión y misión no fuera vivir por el amor y misericordia del Padre.
¿Quién no te temerá, oh Señor? ¿Quién no glorificará tu nombre? Solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque han salido a la luz las obras de tu justicia» Apocalipsis 15:4.
Su sangre nos limpió
Es por la sangre de nuestro Salvador, quien nos redimió. Disfrutemos de lo asombroso que es vivir bajo la sombra del Altísimo, ese es nuestro gran propósito.
Mira la mano de Dios obrando en cada segundo de tu vida, en tu rutina diaria, cuando compartes con los demás y hasta cuando estás a solas batallando con tus pensamientos.
También la Palabra de Dios nos dice:
“El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia” 2 Corintios 9:10.
Tal como nos explica el pasaje: Es mejor dar que recibir. Cuando compartimos nuestras bendiciones no estamos restando lo que Dios nos ha dado, más bien, estamos multiplicando las bendiciones que se nos fueron entregadas. Las bendiciones de nuestro Padre celestial no se agotan.
Disfruta de lo que tienes y comparte con los demás para que Su nombre sea exaltado y el amor de Dios sea con tu familia y con tus amigos.
Acción requerida
Frecuentemente, nos inspira amar a los demás dando de nosotros mismos, ofreciendo lo que tenemos para ayudarlos a superar sus problemas y enriquecer sus vidas.
Es decir, sacrificamos nuestro tiempo, nuestro talento y nuestro tesoro para ayudar a los demás. Para experimentar la aventura de dar a los demás, debes estar dispuesto a actuar y a servir a los necesitados con el amor de Dios.
La Biblia tiene mucho que decir sobre el cuidado de las necesidades de los pobres. “El que cierra su oído al clamor del pobre, También él clamará, y no será oído” (Proverbios 21:13). Dios nos hace responsables de cómo usamos nuestras bendiciones para ayudar a los pobres y los que más sufren.
Quizás… No utilizas tus talentos
En cuanto a los talentos, todos los tenemos, pero ideamos todo tipo de excusas: «Bueno, en realidad no soy un estudioso de la Biblia, así que no puedo enseñar ni hacer misiones» o «Realmente no me queda mucho dinero para apoyar la caridad».
Si piensas en lo que puedes hacer y consideramos la experiencia que tienes en los trabajos en los que has trabajado, ya sea en construcción, banca, ventas, medicina o educación, podrás ver que tienes conocimientos, habilidades y destrezas que pueden cambiar la vida de los demás si tan solo los compartes.
¿Puedes escuchar y preocuparte? ¿ofrecer una sonrisa? ¿abrazar a un niño? La mayoría de nosotros subestimamos el poder del amor que tenemos y que podemos dar y cómo podemos ayudar a alguien tan solo con estar presentes.
El dinero en verdad es la raíz de todo mal
El dinero y cómo lo gastamos también revelan mucho sobre quiénes somos y qué valoramos. Dios dice que está bien ser bendecido económicamente siempre que hagamos dos cosas con nuestro dinero y posesiones.
La primera, debemos disfrutar de lo que tenemos en lugar de querer siempre más, y, la segunda es que debemos dar generosamente.
Si hacemos estas dos cosas, creceremos en madurez y disfrutaremos de un nivel de satisfacción que el dinero nunca podrá comprar. Pero si atesoramos nuestras bendiciones y damos por sentada la bondad de Dios, nuestro corazón se endurecerá y nunca podremos reconciliarnos con las cosas que realmente importan.
Otra forma en la que crecemos en madurez espiritual y creamos un corazón consciente del mundo, es trabajando en comunidad. Ya sea a través de nuestras iglesias, nuestras escuelas, nuestras empresas, nuestros vecindarios o nuestras familias, estamos llamados a unirnos para ayudar a los demás.
“Pues, así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe” Romanos 12:4-6.