Dios está cuidándote en todo tiempo.
También El te ha dado tus sentidos para que estés alerta.
Pero hay peligros que no puedes ver o percibir, situaciones que de momento no puedes captar, y la misma palabra de Dios dice que el enemigo espiritual anda siempre como león rugiente buscando a quien devorar.
Es más fácil devorar a alguien que no esté alerta o que empieza a perder la fe y confianza en Dios y pierde su sensibilidad y empieza a meterse en problemas, situaciones y lugares, o juntarse con amistades que pueden causarle problemas, poco a poco hundirlo en un pozo del cual después, humanamente será difícil salir.
Pídele a Dios que te de sabiduría. Esta petición debe ser parte diaria de nuestras oraciones. Necesitamos pedirle sabiduría a Dios, pero también necesitamos nosotros activamente buscarla en su palabra.
Aprender más, entender a fondo cuales son nuestras debilidades y buscar las maneras de fortalecer nuestro lado “fuerte”. De hecho, primero enfócate en conocer tus fortalezas y luego tus debilidades.
Aunque creas que eres una persona “débil”, debes de tener un lado fuerte. Si no sabes cuál es pídele a Dios que te lo muestre. Este lado fuerte te va a ayudar a compensar tus fuerzas cuando las debilidades atacan.
Como dijimos al principio, Dios te cuida y parte de su cuidado consiste precisamente en darte las armas para que también tu aprendas a velar por ti mismo y por los que amas.
Debemos sobre todo cuidar nuestra manera de pensar y actuar. Dios no quiere que seamos como “niños de carácter fluctuante”, ni tampoco quiere que tengamos nuestro entendimiento “entenebrecido”.
No es bueno ser “cerrado de cabeza” y “obstinado” y creer que uno tiene la razón en todo. Dios va a usar a personas a corregir nuestro camino y tenemos que ser humildes a los consejos.
Por favor ora conmigo:
Amado Dios omnipotente, te ruego que cada día derrames sobre mi vida tu sabiduría, paz, paciencia, humildad y que al mismo tiempo mis sentidos físicos y espirituales estén alertas.
No quiero Señor caer en el error, ni ofender a nadie con palabras mal dichas o con juicios injustos, nunca permitas que mi lengua hable falso testimonio ni que mi lengua propague calumnias habladas o escritas.
Sensibiliza mi espíritu y abre mis ojos para ver y sentir las acechanzas del enemigo. No quiero caer en error y yo sé mi Dios amado que tu no lo permitirás.
Amén.