Cuando te sientas abatido, no temas en venir tal y como eres ante Dios. El nos entiende, no necesitamos fingimientos ante El, ni debemos de «convencerlo de nada». El entiende tu lenguaje, el lenguaje que sale de tu corazón.
Señor, en tus manos
pongo mi alma,
mi vida.
Yo no sé lo
que va a pasar
el mes que viene,
pero Tú lo sabes.
Dame fuerzas, no me
desampares.
Te necesito, mi Dios…
AMÉN