Deleitarse en el Señor, vivir bajo su gracia y su favor..,
Maneras de deleitarse en el Señor, pues probablemente, no te sorprenda escuchar que centrarse en el Señor, en lugar de en tus propios intereses, es una buena manera de vivir una vida feliz. Pero puede ser un reto hacer de esto nuestra principal prioridad.
En nuestro mundo acelerado, con acceso constante a las redes sociales y otros entretenimientos, podemos fácilmente quedar atrapados en satisfacer nuestras propias necesidades en lugar de centrarnos en lo que es mejor para nosotros. Por eso es tan importante cultivar hábitos que nos ayuden a glorificar a Dios tanto como sea posible y evitar aquellos que no se alinean con Su voluntad para nuestras vidas.
Entonces, ¿cómo puedes deleitarte más en el Señor para poder disfrutar de una vida más feliz? Aquí hay 7 maneras de hacerlo:
Hablar con Dios a lo largo del día es una forma de deleitarse en el Señor
Tendemos a centrarnos más en Dios cuando estamos a punto de hacer algo realmente importante, como tomar una decisión o tener una conversación difícil. Sin embargo, en cuanto esa situación pasa y hemos hecho lo que teníamos que hacer, podemos volver a caer fácilmente en nuestros viejos patrones y distraernos de nuevo.
En lugar de esperar hasta que necesitemos a Dios y entonces hablar con Él, podemos hacerlo a lo largo del día. Asimismo, como podríamos usar un bolígrafo mientras estamos en el trabajo o el teléfono mientras estamos en casa. Ya para nosotros son cosas muy naturales, se nos dan con mucha facilidad. Eso exactamente debemos hacer, pero deleitándonos con nuestro Señor.
Una de las mejores cosas que podemos hacer es orar, porque nos ayuda a centrarnos en Dios, lo que nos aporta paz, alegría y descanso en medio de un mundo ajetreado y caótico, deléitate en el Señor.
Servir a los demás es una muestra de que te deleitas en el Señor
Es un mito que hay que hacer todo lo correcto para que Dios esté contento con uno. Sin embargo, algunos creyentes crecen creyendo que si no lo hacen todo perfectamente, Dios estará decepcionado con ellos y su vida carecerá de sentido.
Esto puede hacer que se sientan abrumados y deprimidos. Cuando no tenemos cuidado, podemos intentar perseguir la perfección, que es imposible de alcanzar. Dios no busca la perfección en nosotros; y a pesar de todo lo malo que podríamos haber hecho, Él derrama su gracia sobre nosotros, aunque no la merezcamos.
Servir a los demás es quizás la mejor manera de glorificar a Dios y olvidarse de las propias necesidades. Cuando estás sirviendo a los demás, no estás centrado en ti mismo; estás centrado en los que te rodean.
Por si no quedó claro, date cuenta de que nunca serás perfecto, así que deja de intentar serlo.
Una de las mejores maneras de mantenerte centrado en ti mismo es esforzarte por ser perfecto. Cuando siempre intentas ser perfecto, siempre estás pensando en ti mismo y en lo que podrías hacer mejor.
Estás enfocado en tus propios pensamientos y emociones y no en Dios. Una de las mejores maneras de dejar de luchar por la perfección es darse cuenta de que nunca serás perfecto, así que no tiene sentido intentarlo. En lugar de concentrarse en tratar de ser perfecto, concéntrese en hacer lo mejor posible.
Cuando te centras en hacerlo lo mejor posible, puedes estar seguro de que la gracia y el perdón de Dios están siempre disponibles para ti cuando fallas. Cuando dejas de intentar ser perfecto y te centras en dar lo mejor de ti por amor a Cristo, descubrirás que estás menos estresado y más centrado en Dios.
Medita en la Palabra de Dios regularmente
Deleitarse en la palabra de Dios es como oxígeno para nuestra alma. Cuanto más conectados estemos con Dios y su Palabra, más fácil será centrarnos en Él y menos en nosotros mismos. Hay algunas maneras de hacer esto: Hazlo parte de tu rutina diaria. Nuestras mentes se distraen fácilmente y es fácil desviarse del camino.
Por eso es importante que la Palabra de Dios forme parte de tu rutina diaria. Esto puede ayudarte a mantenerte enfocado en lo que es más importante en la vida. Lecturas diarias, devocionales… También puedes elegir uno o dos pasajes de las Escrituras cada día y meditar en ellos a lo largo del día. Esto puede ayudarte a centrarte en Dios mientras llevas a cabo tu día a día.
Haz lo correcto y no te desanimes por los resultados.
Cuando estamos centrados en nosotros mismos, tendemos a pensar en lo que nos hará felices, lo que nos beneficiará y lo que resolverá nuestros problemas. Como resultado, a menudo hacemos cosas que pueden no ser moralmente correctas y podrían hacer infelices a los que te rodean.
Si te centras en ti mismo, puedes ignorar las necesidades de los demás, lo que puede hacerte feliz a corto plazo, pero puede llevarte a sentirte culpable y a lamentarte a largo plazo. En lugar de centrarte en ti mismo, haz lo correcto. No te preocupes por lo que es mejor para ti en ese momento; en su lugar, céntrate en lo que es mejor para los demás. Aunque no veas los resultados de inmediato, te sorprenderá lo bien que te sientes cuando haces lo correcto.
Valora y prioriza las relaciones sanas con otros creyentes
Una de las mejores maneras de permanecer en Dios y deleitarte en él es desarrollar y mantener relaciones sanas con otros creyentes. Esto no solo te ayuda a crecer como persona y a convertirte en un mejor seguidor de Cristo, sino que también te ayuda a evitar centrarte en ti mismo.
Todo se trata de evitar caer en centrarte en ti mismo. Es fácil caer en ese error, especialmente cuando uno está lidiando con situaciones desafiantes. Ya lo hemos explicado antes, cuando estamos luchando contra el enemigo y nuestro mundo se siente caótico, es fácil ensimismarse. Creemos que las cosas solo se resolverán por nuestra propia fuerza.
Es hora de parar y observar nuestro entorno, pues Dios tiene un propósito para nosotros. Hazte consciente, participe de Su maravilloso plan. Podemos empezar a pensar en lo que otros pueden hacer por nosotros y viceversa.
Recuerda que no tienes que ser perfecto o tener todos tus problemas resueltos antes de involucrarte con algún amigo o amiga creyente. Todo lo que tienes que hacer es encontrar algo que necesita ser hecho y ponerte en acción.
Cuida tu cuerpo
La salud física no solo afecta a cómo te sientes y tu aspecto. También afecta a tu salud mental y espiritual. Cuando no comemos bien y no hacemos ejercicio regularmente, es fácil estresarse y deprimirse.
También podemos perder el enfoque en Dios y volvernos egocéntricos. Por eso es tan importante cuidar el cuerpo físico, ya que este es templo del Espíritu Santo
Cuando estás físicamente sano, es menos probable que te dejes llevar por tus pensamientos y emociones, y es más probable que puedas centrarte en Dios. También tendrás la energía que necesitas para involucrarte en tu comunidad y servir a los demás.
Comprométete a cultivar continuamente hábitos de vida que te ayuden a mantener tu enfoque donde debe estar.
A estas alturas, te estarás preguntando cómo puedes deleitarse en el Señor cuando la vida es tan caótica y desafiante. Aunque no siempre es fácil centrarse en Dios, hay ciertos hábitos que puedes cultivar que te ayudarán a mantenerte centrado en Él más a menudo.
Aquí hay algunas maneras de cultivar estos hábitos: Ten a Dios en mente cuando tomes decisiones. Es fácil dejarse llevar por las emociones y los deseos cuando se toman decisiones, especialmente cuando se está bajo presión. Pregúntate: «¿Qué querría Dios que hiciera en esta situación?». Esto puede ayudarte a pensar racionalmente y a mantener tu enfoque en Dios.
Duerme lo suficiente y come sano. La falta de sueño y los malos hábitos alimenticios pueden hacer que te distraigas fácilmente. Además, también pueden provocar ansiedad y depresión. Cuando estás bien descansado y bien alimentado, es mucho menos probable que te distraigas y te centres en ti mismo.
Mantente ocupado. Cuando estás ocupado, no tienes tiempo para centrarte en ti mismo y en tus problemas. No tienes tiempo para centrarte en ti mismo ni para compadecerte. En cambio, tienes que concentrarte en Aquel que todo lo puede y que por Él nos han sido dadas todas las cosas, lo que puede ayudarte a mantener tu enfoque en Dios.