Cuestionar a Dios es una parte normal de la existencia humana. En diferentes momentos y de diferentes maneras, todos luchamos con nuestra fe. Nos hacemos preguntas difíciles como: «¿Por qué Dios permite que sucedan cosas malas?», o «¿Por qué tenemos que ser buenos para entrar al cielo?». Nos preguntamos si el mundo realmente está empeorando o si solo se siente así.
Son tantas las cosas. Nos preocupamos además por cómo integrar la fe y el trabajo, o cómo equilibrar el matrimonio y la carrera profesional sin sacrificar uno por el otro. Estos son los desafíos normales de ser humano en un mundo imperfecto.
Como podrás ver, es natural que la gente tienda a cuestionar a Dios cuando las cosas no tienen sentido o no salen como se han planeado, pero estas preguntas y luchas a menudo revelan un problema más profundo: una sutil, pero poderosa desconfianza en Dios que ha crecido por las influencias del mundo, las heridas del pasado, los hábitos pecaminosos, los malos ejemplos y la falta de conocimiento sobre quién es Él realmente.
¿Qué significa cuestionar a Dios?
Cuando cuestionamos a Dios, significa que no estamos confiando plenamente en Él o poniendo nuestra fe en Él. Hay dos tipos diferentes de cuestionamiento: (1) dudar y (2) cuestionar.
Comencemos con el primero, en el que no estás realmente cuestionando a Dios, sino que sólo dudas de su bondad y de su capacidad para ayudarte. Eso es normal, y es parte del ser humano en un mundo imperfecto. Todos lo hacemos de vez en cuando. La duda es una falta de confianza en Dios, una falta de voluntad para poner tu fe completamente en Él.
Así es, la duda es una falta de fe, o una vacilación entre la confianza y la incredulidad. Es un cuestionamiento mental de la palabra de Dios, una vacilación en tu creencia de que Él es bueno y que puede hacer lo que dice.
Por otro lado, cuestionar a Dios significa que no estamos conformes con lo que está pasando o ha pasado. Es cuando creemos no merecer lo que pasa o estamos seguros de que es algo injusto. Por lo que, cuestionar a Dios es algo normal en nosotros los humanos. De hecho, a continuación, te daré 2 razones por la que a veces cuestionamos a Dios.
2 razones por las que cuestionamos a Dios
La primera razón por la que cuestionamos a Dios es porque no creemos que Dios sea bueno. Cuando suceden cosas malas, a menudo pensamos: «Esto debe ser culpa de Dios. Él no debe ser bueno. No debe saber lo que hace».
Cuando nos centramos principalmente en nosotros mismos, en nuestros deseos y en nuestra norma humana de lo que es bueno, podemos pasar por alto el hecho de que Dios es bueno, no solo en sí mismo, sino en su trato con nosotros.
Es decir, si no creemos que Dios es bueno, no podremos dejar de cuestionarlo.
La segunda razón por la que cuestionamos a Dios es porque no creemos que Dios sea grande. Cuando las cosas no salen como las planeamos, a menudo pensamos: «Por qué Dios lo permitió. Él no debe ser grande, no es todopoderoso. No debe saber lo que está haciendo».
3 maneras de saber que estás cuestionando a Dios, no sólo dudando de Él
Si te encuentras cuestionando a Dios y su bondad, hay esperanza. Empieza por buscar señales específicas de que estás en el proceso de cuestionar a Dios. Aquí hay tres maneras de saber si estás cuestionando a Dios, no solo dudando de Él:
- Tienes un espíritu crítico hacia el pueblo de Dios. Los cuestionadores suelen tener un espíritu crítico hacia Dios y su pueblo. Tienen una visión crítica de la iglesia, una visión crítica de la palabra de Dios, y una visión crítica del pueblo de Dios. Siempre están señalando lo que está mal y criticando a otras personas, pero no señalan lo que está mal en sus propias vidas. Un espíritu crítico es una señal de que están desafiando la bondad de Dios.
- Sientes que estás luchando contra Dios. Los que viven cuestionando típicamente sienten que están en una batalla contra Dios. Sienten que Dios los está empujando hacia una dirección que no quieren ir. Sienten que Dios les pide que hagan algo que no quieren hacer. Sienten que Dios los pone en situaciones que son realmente difíciles, realmente duras. Los que cuestionan sienten que Dios está en contra de ellos, que está luchando contra ellos. Esa es una señal de que están cuestionando la bondad de Dios.
- Te encuentras en un ciclo de duda. Los que cuestionan a Dios suelen encontrarse en un ciclo de duda. Dudan de la bondad, de la grandeza, de la palabra, las promesas y el poder de Dios. Tienen un ciclo de duda que sigue y sigue y sigue. La duda es el primer paso para el cuestionamiento. Cuestionar es el segundo paso. Si te encuentras en un ciclo de duda, necesitas trabajar en ello para salir de él.
2 pasos para lidiar con la lucha de las preguntas
Las preguntas son normales y constituyen una parte esencial del camino de la fe. Debemos pasar por los valles antes de poder ver las montañas. Hay dos cosas que puedes hacer para lidiar con tus interrogantes:
En primer lugar, debes luchar contra la tendencia a cuestionar la misericordia de Dios. Debes recordar que Dios es bueno y que no cambia. Mantente centrado en Dios en el presente, no en Dios en el pasado o en el futuro.
En segundo lugar, debes encontrar la manera de confiar en que Dios es bueno. Debes buscar intencionalmente la bondad de Dios y estar agradecido por ella. Debes cultivar un corazón agradecido hacia la bondad de Dios en tu vida.
Conclusión
Cuestionar a Dios es una parte normal de la experiencia humana, pero también es una señal de que necesitamos crecer en nuestra fe.
Cuando cuestionamos a Dios, significa que no estamos confiando plenamente en Él o poniendo nuestra fe en Él. Es una sutil, pero poderosa desconfianza en Dios que ha crecido por las influencias del mundo, las heridas del pasado, los hábitos pecaminosos, los malos ejemplos y la falta de conocimiento sobre quién es Él realmente.
Si te encuentras cuestionando a Dios, no desesperes. Es normal. En cambio, busca las señales de cuestionamiento y haz lo que puedas para detenerlo. Cuestionar a Dios no es la señal de un creyente maduro, pero es la señal de que estás creciendo.
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Romanos 8:26