A veces son tantas las cosas que cargamos en nuestros hombros que sentimos como si nuestro respirar se acortara. Por más que luchamos contra ansiedades y preocupaciones no logramos liberar nuestras cargas.
Pero no desmayes, mantente firme en el Señor y él hará morada en ti para que puedas descansar:
“Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
La vida impone todo tipo de cargas de acuerdo a nuestros errores, limitaciones o simplemente por causa de otros. Sin embargo, estas nos permiten sacar a flote nuestras virtudes para alcanzar perfección personal y espiritual.
Cuando sentimos que nuestras fuerzas se agotan buscamos refugio en lo que más nos haga fuertes, como seres humanos corremos a los brazos de los que amamos, padres, hijos, esposos, amigos. No obstante, hay situaciones en las que el sosiego humano no es suficiente y es allí donde recordamos que nuestro mejor regazo está en los brazos de Jesús.
Por eso, hoy te invito a que busques la fuente de vida eterna, no permitas que el mundo en el que vivimos y sus vicisitudes te conviertan en una persona sin esperanzas, guarda tu mente de angustias y libera tus cargas.
¡Dios conoce nuestras aflicciones!
Sean materiales o emocionales el Padre de los cielos está al tanto de todas tus dificultades y no permitirá que nuestro gozo sea removido.
“Confíen el Señor, porque él es la Roca eterna” (Isaías 26:4).
Los conflictos de la vida son pruebas para que aprendamos a superar los sentimientos negativos. El miedo, sufrimiento y el dolor son emociones que angustian nuestro espíritu, pero no debemos dejar que nos desanimen. Al contrario, es allí cuando nuestra fe debe aumentar para alcanzar las bendiciones.
El secreto está en ser pacientes manteniendo una aptitud alegre, “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Santiago 1:2), pues el Señor sabe de lo que estamos necesitados. Si estás endeudado, cautivo, enfermo, deprimido, desesperado busca reposo en Dios, llénate de esperanzas y empieza a sonreírle a la vida, no importa los tiempos que estamos viviendo, enfréntalos dando lo mejor de ti.
No permitas que la angustia dañe tus relaciones personales y espirituales, trabaja en beneficio de ellas, restaura tu interior, llénate de gozo aun en medio de la prueba y disfruta a plenitud las bendiciones que Dios tiene reservadas para tu vida.
¡Tú sustento viene de Dios!
Cuando estamos afanados sentimos la sensación de querer salir corriendo, creemos que todo a nuestro alrededor se vuelve pesado y nos desesperanzamos. Sin embargo, no te aflijas, aférrate con toda tu alma y corazón a Dios y él multiplicará tus fuerzas:
“Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40:29)
A veces el matrimonio, los hijos, el trabajo y las obligaciones diarias se convierten en compromisos que ya no quisiéramos llevar; sin embargo, deja a un lado los pensamientos negativos y cambia tu forma de ver las cosas, no son nuestras responsabilidades las que se hacen pesadas, sino la forma en que las afrontamos.
Por eso, no límites el poder de Dios reconoce que no eres nada sin él y dará sustento a tu alma desvalida. Desecha todo lo que no te deja avanzar y sigue adelante, no permitas que la falta de conciencia y las cargas innecesarias te abrumen, entra en comunión con el Señor,