Hay un dicho muy popular que dice “Palo doblado no endereza”, también, hay una estrofa en la canción titulada “El gran varón” que canta Willie Colón que menciona “No se puede corregir a la naturaleza, palo que nace dobla’o, jamás su tronco endereza”. Puede que esto aplique para la naturaleza como tal, sin embargo, con tanta tecnología hoy en día pueden suceder muchas cosas y para Dios nada es imposible.
El poder de Dios no tiene límites, él creó todas las cosas y hasta hoy todas ellas son modificadas a voluntad de él. Nada es igual en esta tierra, todo cambia para bien o para mal. Hay gente que no cree en la transformación divina y para facilitar un poco su comprensión citaré una parte de la letra de la canción titulada “Del infierno al paraíso” en la versión de Luz Dary Díaz y Harold Santana para destacar que cuando el cambio viene de Dios suceden cosas increíbles.
Cambio radical
La historia de este tema se centra en el cambio radical que dio una familia al aceptar vivir bajo las leyes de Dios. El tema comienza con una pregunta que realiza una maestra a sus alumnos, y, aunque no destacan el grado, resaltan que eran niños pequeños. Por esto, aquella mujer llegó a pensar que esta incógnita tal vez resultaría difícil de contestar, puesto que una vez hecha en el salón hubo un silencio sepulcral.
Con Jesús todo mejora y así sucede en este relato. La pregunta de la maestra consistía en responder dónde quedaba el infierno. Pasados unos segundos y para sorpresa de la maestra una niña pequeña levanto la mano. La nena vestía ropa vieja, sucia, remendada y zapatos rotos. Tenía el rostro triste y cuando empezó a hablar se puso a llorar y entre sollozos respondió:“Allá, en mi casa es donde queda el infierno” y después de eso objetó:
“Porque mi papá cada noche viene borracho a la casa a maltratar a mi mami,
Yo la veo llorar la veo sangrar, por esas heridas que sus golpes le hacen.
Mi hermano mayor un día se marchó, preso de la droga a vivir a la calle.
El Infierno, yo lo conozco bien, queda en mi casa y de mi casa no sale.
El hambre vive allá en mi casa, ayer de tarde no cené.
No hubo comida en la mañana, vine al colegio sin comer.
El Infierno queda allá, en mi casa, allá no quisiera volver.
Yo no conozco la esperanza, el dolor me mató la fe”.
Al escuchar aquellas palabras, a la profesora se le hizo un nudo en la garganta y sin saber qué decir abrazo a la niña y empezó a llorar. Sus compañeros también estaban afectados por el dolor que llevaba su compañera al tener que pasar por tan fea situación.
Dios es el único que puede transformar a las personas y siempre estará dispuesto a hacerlo, tan solo debemos buscarle y abrirle nuestro corazón para que veamos cosas grandes y maravillosas suceder.
Y es que así pasó en esta historia, la continuación de esta canción sorprende de nuevo a esta maestra. Pero de la mejor manera, dice que pasados los años esta mujer se encontraba laborando en otro colegio y quiso hacer la misma dinámica. Sin embargo, con diferente pregunta, tal vez para no tener que vivir lo mismo que con aquella niña. La interrogante planteaba que los niños contestarán dónde quedaba el cielo, pero nuevamente los alumnos permanecieron callados.
Segundos después una niña pidió la palabra y respondió: “El paraíso queda allá en mi casa” y aunque esta pequeña lucia cambiada y hablaba diferente, la maestra enseguida la reconoció. Sí, era la pequeña que tiempo atrás había marcado su vida, pero esta vez ya sus palabras eran distintas, y al hablar, su voz no se entrecortó.
“El Infierno ya no queda en mi casa,
Porque mi papá se encontró con Jesucristo.
Por eso en mi hogar hay felicidad,
Y mi hermano hoy en día no es un drogadicto.
No ha vuelto a llorar más nunca mi mamá,
Porque los golpes se han transformado en caricias,
¡Ya puedo cantar de felicidad!
Porque Jesucristo ha bendecido mi vida.
El hambre se fue de mi casa,
Ya no hay miseria ni escasez,
Jesús me llenó de esperanza.
Su mano me enseñó la fe.
Doy testimonio que así es,
La mano eterna me acompaña,
El mal se ha convertido en bien».
Cuando el cambio es de Dios lo difícil se hace fácil, lo feo se convierte en bonito, lo malo se vuelve bueno; se va la tristeza y llega la alegría. Como vemos, las personas de esta historia tuvieron una transformación total una vez que el padre conoció a Dios y aceptó vivir bajo sus estatutos. Su decisión, no solo permitió una mejoría en él, sino en toda su familia. Para poder cambiar el mundo debemos empezar por nosotros mismos.