¡Mírate!

Mirate

La enseñanza de hoy está basada en cómo vemos el mundo según lo que somos, ya que la mayoría de las veces tenemos la facilidad para juzgar y destrozar a la gente porque no desarrollamos nuestra capacidad de comprensión, debido a que nos creemos ser perfectos.

Lo que ya muchos saben, pero pocos admiten, es que somos seres humanos con errores y defectos. El único perfecto que anduvo entre los hombres se llama Jesús, y ya sabemos de donde provenía su sabiduría, por eso antes de hacer juicios ¡Mírate!

El anciano experto en arte

Cuenta un pasaje que había un anciano experto en arte que acostumbraba a ir a los museos a criticar el arte de los nuevos pintores, pero por su avanzada edad esté presentaba un grave problema en la vista por lo que debía usar gafas. Acompañado de su esposa, el longevo hombre empezó a mirar los cuadros y se dio cuenta de que había olvidado sus lentes en casa. Aun así, aquel anciano confiado de su experiencia no titubeo en hacer duras críticas a un retrato que se mostraba a cuerpo entero.

Sus palabras sobre aquel cuadro fueron: “¡Qué arte tan malo, decadente, espantoso e inadecuado, no comprendo cómo seleccionaron tan feo retrato para esta exposición! El personaje carece de expresión y el modo de vestir resulta extravagante… ¡Qué falta de respeto!” A lo que su esposa avergonzada respondió: Querido, es tu reflejo en el espejo.

No nos cuesta desaprobar

Así como esté anciano somos todos los seres humanos, vamos por la vida desaprobando actitudes sin fijarnos en nuestros propios actos. Verdad hay en preguntar:

“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3).

¡Mírate! ¿Estás actuando como debe ser?

Debemos examinarnos a nosotros mismos. ¿Estás cumpliendo los mandamientos de Dios? Hay dos de ellos que encajan perfectamente con este escrito: el primero es “No codiciarás los bienes ajenos”. Y, el segundo: “No brindes contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16-17).

Generalmente, nuestras críticas son producto de la envidia, el egoísmo, la vanidad y la ambición, características que no son bien vistas ante los ojos de nuestro Señor:

“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos” (Filipenses 2:3).

“Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas” (Santiago 3:16).

Cuando no somos capaces de entender a nuestros semejantes los tratamos de tal forma que los hacemos sentir inferiores. Por eso, debemos reconocer que también somos imperfectos para que se cumpla en nosotros el conocido refrán: “Los sabios vociferan su ignorancia y los verdaderos Santos se reconocen como pecadores”.

Aceptar que también cometemos errores nos ayudará a aceptar y comprender las equivocaciones ajenas.

Hagamos el esfuerzo de vivir positivamente considerando las dificultades como parte de nuestro crecimiento para que así podamos estar felices a medida que enfrentamos la vida.

Cuídate de la amargura y de lo superficial, llénate de alegría y búscales el lado positivo a las cosas. La realidad es una, y nuestro punto de vista siempre será distinto, y mayormente es el menos acertado.

¡Mírate! Que nadie te engañe ni te creas sabio según las normas de esta época, hazte ignorante para que así puedas llegar a ser sabio (1 Corintios 3:18).

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