Las comidas rápidas son una de las alternativas más usadas hoy en día, no solo por la rapidez que representa comprar una hamburguesa o pizza, en lugar de preparar otro platillo que nos costaría un poco más de tiempo y trabajo su elaboración, sino también por su economía y gran sabor.
La realidad sobre las comidas rápidas, es que son preparadas con alimentos industrializados y grasas saturadas, las cuales son altamente nocivas para la salud.
Muchos de nosotros, a veces por la falta de tiempo o compromisos terminamos comprando estas tentativas alternativas. Tanto un adulto, como un niño, puede comer alguno de estos alimentos de manera esporádica, sin representar mayor problema para su bienestar. Sin embargo, ingerir regularmente papas fritas o hamburguesas, puede ser el camino a una enfermedad crónica e inclusive mortal.
¿Qué tan dañina es la comida chatarra en los niños?
Los niños tienen requerimientos alimenticios adicionales por su desarrollo. A medida que crecen su organismo necesita nutrientes que lo ayudarán a desarrollarse fuertes y sanos.
Sin embargo, la comida chatarra no les aporta esos nutrientes que necesitan. Todo lo contrario, el abuso de la comida chatarra puede provocar una disminución de la capacidad de atención, deterioro de la memoria y un peor estado de ánimo.
Como podrás ver, los alimentos ultraprocesados son ricos en grasas trans que alteran la composición de la microbiota intestinal. Los niños tienen un 50% más de probabilidades de padecer esta enfermedad al consumir este alimento en su dieta diaria.
Así es, mantener una ingesta sostenida de comida rápida puede aportar elementos nocivos que actúen como disruptores endocrinos o alternantes neurológicos, afectando claramente al organismo.
Ventajas y desventajas de comida rápida en los niños
La comida rápida en los niños no cuenta con una ventaja, más que la sensación emocional que produce comerla y la apreciación de su sabor, pero en cuanto su valor nutricional, por ejemplo: una pizza o hamburguesa, no tienen un valor positivo, salvo se alteren los ingredientes de preparación, lo cual no sucede en ninguna cadena industrializada de alimentos.
Las desventajas son innumerables, iniciando por:
- El gran aporte calórico que se traduce en aumento de peso y de esta manera generar un riesgo muy alto de ataques al corazón en la edad adulta.
- Aparición de desórdenes metabólicos como diabetes tipo 2 o hipotiroidismo.
- La cantidad de grasas saturadas en una porción de papas fritas es altísima y consumir esta regularmente, por varios años, incrementa el riesgo de obesidad al menos al doble.
- Otro aspecto adicional es sobre la presencia de mayor inflamación, predisponiendo al organismo a enfermarse más rápido y severamente. Muchos son los compuestos implicados, pero el trigo, implícito en esta dieta, genera unas condiciones predisponentes a daño orgánico e inflamación muy marcadas.
- El riesgo en enfermedades neoplásicas o cáncer, incrementa dramáticamente al ingerir ultraprocesados, muchos alimentos contienen compuestos como el aspartamo o acesulfame potásico, que han sido catalogados como cancerígenos, pero a pesar de este riesgo, continúan usándose en la industria alimentaria.
- La cantidad de sodio presente en la comida rápida es alarmante. Muchos de nosotros no verificamos esta información en las etiquetas de los alimentos que compramos, sin saber que estamos poniendo en riesgo nuestros riñones, exponiéndonos a padecer de alta presión tarde o temprano.
Comidas rápidas más allá de las calorías
Las comidas rápidas tienen una gran cantidad de calorías, pero dejando a un lado este aspecto, su composición también es nociva y genera daños en múltiples sistemas orgánicos.
Otra muestra de ello es el ácido fosfórico empleado en los refrescos, este puede causar una descalcificación ósea muy marcada, predisponiendo a osteoporosis precoz.
Otros conservantes, principalmente para helados, gelatinas y alimentos refrigerados, alteran de manera dramática la flora bacteriana gastrointestinal, teniendo este mismo efecto algunos edulcorantes en uso crónico.
Adicionalmente, muchos empaques también contienen disruptores endocrinos, los que a altas temperaturas son liberados en grandes cantidades y predisponen el terreno, no solo a mayor riesgo de cáncer, sino desórdenes endocrinos y problemas de fertilidad.
Estos son tan solo algunos ejemplos, ya que la lista es casi interminable. Es de recordar, que una marcada actividad física genera disminución del riesgo cardiovascular, por el hecho de que consume grasa y aumenta el gasto de azúcar almacenada, pero no puede contrarrestar los efectos adversos de sustancias que generan distintos daños en nuestro organismo, como las mencionadas en esta nota informativa, entre otras.
Comidas rápidas en casa
Una alternativa para disminuir los efectos colaterales de las comidas rápidas es prepararlas en casa y sustituir los ingredientes.
Por ejemplo, la pizza no contiene grandes compuestos nocivos. El queso suele ser un alimento alto en grasa, pero con buenas propiedades nutricionales; el tomate también aporta minerales y proteínas, el trigo de la masa es el ingrediente a cambiar y se puede sustituir por masa a base de clara de huevos, pechugas de pollo desmechada o cualquier intento, siempre y cuando sea natural.
Otro ejemplo es la hamburguesa, sustituir el pan blanco por pan hecho a base de otro tipo de harina menos inflamatoria y a su vez eliminar los aderezos como mayonesa, salsa de tomate o mostaza, que contienen gran cantidad de aditivos. Si bien la mostaza es baja en grasa, su contenido en sodio es elevado.
Conclusión
Es de recordar, que el pan integral es tan dañino como el pan blanco en su presentación habitual, solo que el integral al contener fibra logra pasar más rápido por el tracto gastrointestinal, liberando menor carga calórica, pero conservando los efectos nocivos del pan habitual.
Sin dudas, la comida rápida no es la mejor alternativa para los niños, pero puede consumirse sin problema esporádicamente, aunque su uso crónico es quien genera malestar. Las frutas, verduras y carnes bien cocidas, siempre serán una mejor opción.
Recordar, nunca dejar de realizar actividad física, sin importar que la ingesta de alimentos ultraprocesados sea baja.