El pecado es la ausencia de Dios. Son las cosas que hacemos que traicionan nuestra fe y confianza en Dios. No tenemos que pecar, pero lo que podemos -y a menudo lo hacemos- es esconder nuestros pecados bajo la alfombra fingiendo que no han ocurrido. Si no los confesamos, seguirán supurando hasta que se manifiesten como algo más, como la amargura, los celos o la falta de paz en general.
Descubrir tus pecados y admitirlos ante Dios requiere humildad, paciencia y oración. La buena noticia es que Su gracia está disponible para nosotros siempre, incluso cuando sentimos que nos escondemos de Él y nos negamos a asumir la responsabilidad de nuestras acciones (porque podría significar el fin de todo lo que amamos).
Dejar ir la ira, la amargura y la falta de perdón es imperativo si quieres permanecer alineado con Dios. Aquí hay cuatro pecados que necesitas enfrentar antes de que sea demasiado tarde:
Estás enojado con Dios, no escondas ese pecado bajo la alfombra.
Es irónico que nuestro enojo con Dios sea el pecado que más solemos esconder bajo la alfombra. ¿Por qué? Tal vez hemos estado enojados con Él toda nuestra vida, pero nunca nos dimos cuenta. Tal vez tuvimos un momento de claridad y nos dimos cuenta de que todas las dificultades y el sufrimiento de la vida son el resultado de elegir estar enojados con Dios. O tal vez hemos mantenido la ira reprimida durante tanto tiempo que parece que hemos olvidado cómo sentir cualquier otra cosa.
Es importante recordar que la ira es una elección. Al igual que tenemos la libertad de elegir amar, elegir estar enfadado o elegir perdonar. Es importante ser honestos con nosotros mismos cuando estamos enojados con Dios. Si estamos enojados con Él porque pensamos que la vida es injusta, porque nos han herido, porque no entendemos por qué suceden ciertas cosas, debemos ser honestos con nosotros mismos y ver si el enojo puede revertirse. Si no es así, podemos orar por sabiduría y discernimiento para no tomar decisiones precipitadas.
Tu amargura hacia los demás te carcome, no escondas ese pecado bajo la alfombra
La amargura es el sentimiento o la emoción que tenemos cuando estamos enojados con otros, pero hemos decidido no perdonarlos. Es simplemente negarse a dejar ir nuestro dolor y enojo para poder avanzar con amor.
Muchos de nosotros hemos sido gravemente heridos cuando éramos niños, y la amargura hacia los demás es simplemente negarnos a perdonarnos a nosotros mismos por nuestra parte en el dolor que hemos causado a los demás. Aunque el perdón es una parte importante de la curación de un corazón amargado, no es el objetivo final.
Amigo, amiga, si estás amargado con los demás, puede ser el momento de echar un vistazo más de cerca a tu propia parte en el dolor que sientes. Pregúntate si te has perdonado por los errores que has cometido y el dolor que has causado a los demás. Si no es así, y quieres dar un paso hacia la curación, dirígete a Dios y pídele que te perdone.
Has roto tu vínculo con amigos y otras relaciones cercanas
Muchos de nosotros hemos roto nuestro vínculo con Dios, pero ni siquiera nos damos cuenta. Cuando no pasamos tiempo con Dios, empezamos a sentirnos desconectados. Hay una distancia en nuestros corazones que solo Dios puede llenar. Puede que lo sientas, puede que no lo notes, pero está ahí.
Muchas veces somos duros al juzgar. Nos hacemos llamar «cristianos», pero cuando alguien nos hiere, nos ofende… somos implacables. No sé si ya leíste la historia de dos hermanos de la iglesia que engañaron a sus esposas y la iglesia los hizo trizas… VER HISTORIA AQUÍ, es el caso de Pedro el infiel
Pasa tiempo con Dios. Habla con Él. Cuéntale tus preocupaciones. Pídele que llene el vacío de tu corazón. Puede ser que hayas perdido el contacto con un amigo o un ser querido que también ha olvidado cómo conectarse contigo. Si es así, pídale a Dios que traiga a esa persona de vuelta a su vida.
No te has arrepentido de cosas que ocurrieron antes en tu vida
Si usted ha barrido bajo la alfombra cualquier pecado relacionado con cosas que sucedieron antes en su vida, es hora de arrepentirse. Es importante recordar que el arrepentimiento no es simplemente un sentimiento, es un compromiso. Te has comprometido a cambiar y a crecer; si no te has arrepentido, has elegido no hacerlo. No pasa nada. Dios es misericordioso.
Él está esperando que elijas alejarte de tus errores y comenzar a vivir una vida que refleje Su amor. El arrepentimiento tiene mucho que ver con ser honesto consigo mismo y ver claramente sus errores. Una vez que hayas hecho eso, puedes empezar a hacer planes de cambio y crecimiento. Está bien ser honesto con Dios. Pedirle perdón y confiar en su amor y gracia para que te lleve por el resto de tu vida es un paso en la dirección correcta.
Conclusión
Barrer tus pecados debajo de la alfombra o esconder la basura bajo el mueble hará que vuelvan a perseguirte de una forma u otra. No hay manera de librarse de ellos sin confesarlos a Dios, pedirle perdón y aceptar su amor y su gracia. Cuanto antes lo hagas, más pronto podrás empezar a hacer cambios y crecer en el amor de Cristo.
No dejes que la idea de enfrentar tus pecados te impida crecer más cerca de Dios. Los pecados no desaparecen por sí solos; hay que perdonarlos, confesarlos y afrontarlos. Cuanto antes los afrontes, más rápido podrás cambiar y avanzar en tu relación con Dios.